
Quería un jardincito como el que pintaba Monet en 1900…
Hace un tiempo leí una nota de un sitio que sigo llamado “Lecturas sumergidas” que hablaba del filósofo surcoreano radicado en Berlín Byung- Chul Han. Ahora es medio famoso porque sus libros están en boca de todos, sobre todo a partir de “La sociedad del cansancio”, que habla de…sí, el cansancio que sentimos en una sociedad que siempre anda corriendo, conectada, buscando hacer. Porque sí: no estamos cansados por casualidad. No es un “estoy medio quemado”. Es un fenómeno estructural de nuestra época. Y si no hacemos nada, el cansancio se vuelve la forma normal de vivir.
Pero bueno, veamos primero: ¿de qué habla “La sociedad del cansancio”?
Byung-Chul Han escribe sobre algo que hoy ya no vivimos en una sociedad que nos obliga desde afuera a hacer cosas —no hay un jefe gritando, no hay castigos visibles— sino en una sociedad que nos hace explotarnos a nosotros mismos.
Antes el mandato era “tenés que…”. y ahora el mandato es “vos podés…”.
Podés rendir más. Podés ser más productivo. Podés mejorar. Podés optimizar. Podés emprender. Podés estar siempre motivado, positivo.
Y detrás del “podés”, está la trampa: siempre podrías estar haciendo más, y siempre sentís que no estás haciendo suficiente. Ese agotamiento permanente no es señal de falla: es exactamente lo que el sistema moderno quiere producir.
El resultado son personas hiperactivas, saturadas de estímulos, incapaces de descansar de verdad, incapaces de soltar, incapaces incluso de aburrirse. Y desde ahí nace la ansiedad, la depresión, la sensación de vacío y el burnout o en un español simple, estar quemado o desgastado.
Entonces, veamos algunas ideas que surgen del libro y cómo desde el minimalismo podemos reverlas:
1- No somos sujetos de rendimiento.
Byung-Chul Han nos dice que hoy ya no somos simples trabajadores obedientes; ahora somos emprendedores de nosotros mismos. Somos como un proyecto a mejorar en el que estamos constantemente buscando más cursos, más hábitos, más objetivos, más autoexigencia, más productividad. Y nunca es suficiente. Ahí empezamos a sentir culpa: ¿por qué no mejoramos como queremos? Y viene el cansancio.
No está mal tener proyectos. Pero a veces no necesitamos más cursos, más hábitos buenos, más información sobre cómo estar bien. Ya sabemos cómo estar bien (en general). Elegir una cosa y hacerla ya es estar mejor. No nos llenemos de proyectos porque el que mucho abarca, poco aprieta.
2- No pecar en exceso de positividad
Hoy todo tiene que ser posible (“si lo creés, podés”), motivador (“todos tenemos las mismas 24 horas, podés ser como Pepito Montoto y tener su vida”), para crecer (“más plata, más cosas, más algo que te haga sentir que lo conseguiste”) o para mejorar (“estamos bien pero ¿por qué no buscar algo más?). De nuevo, no digo que no haya que pensar en lo posible, que esté mal la motivación, que queramos crecer en algún aspecto de nuestra vida o mejorar. Pero no todo tiene que ser pum para arriba todo el tiempo, no todo tiene que ser para estar más feliz, mejor, con más plata, con tooodos los sueños cumplidos…Porque no siempre se puede y el golpe puede ser duro. Nadie dice que no busquemos todo eso, pero tampoco tiene que ser una regla: vinimos para ser seres mejores y nada más. A veces mejoramos un poquito acá, crecemos otro allá, nos motivamos con algo y con otra cosa no. No todo tiene que ser 100% bueno.
Byung-Chul Han dice que este exceso de positividad cansa más que la prohibición. Él dice que antes, el “no” (la prohibición, el límite, el tabú) organizaba la vida social. Ahora predomina el “sí” constante, el exceso de positividad: motivación, estímulo, consumo, conexión permanente. Y esta positividad ilimitada genera un cansancio existencial: no hay descanso, ni silencio, ni contemplación. Nos sobra estímulo y nos falta pausa.
Dejar de hacer en pos de “algo mejor”, un futuro que puede no llegar, a veces puede ser una forma de llegar a ese “algo mejor” de una forma más sensible y más adecuada a nuestra vida.
3- No podemos con todo
Una cosa que me gustó del libro es justamente cuando habla de las consecuencias de esta sociedad del cansancio. El autor dice que las patologías del hoy ya no son las infecciones sino que son cuestiones mentales: el desgaste (el burnout), la depresión, la ansiedad, la falta de atención, el agotamiento externo, todo consecuencia de la autoexigencia y el gasto de energía ilimitado.
Y porque no podemos con todo, se nos viene el mundo encima.
Pero hay propuestas; en una sociedad que odia el silencio (quien viaja en transporte público sabe de las personas que desconocen la invención de los auriculares…aunque no creo que se refiera a esto exactamente el filósofo surcoreano), que odia el aburrimiento, que odia la lentitud, podemos optar por hacer pausas por el simple hecho de hacer pausas, de pasar tiempo sin medir qué vamos a conseguir durante él, de contemplar, de aburrirse un poco y pensar en opciones que no incluyan ruido (o no pensar en nada). De recuperar un poco nuestra capacidad de parar agrego yo.
El texto que leí sobre el autor en el sitio de Lecturas Sumergidas, trae un poco sobre la vida del autor y su relación con el jardín que cultiva en su casa de Berlín:
“Para contrapesar el mundo digital el filósofo se compromete cada día con el mundo vegetal, cultiva su jardín en una ciudad en la que el cambio de una estación a otra es muy notorio, y esto lo hace experimentar, de una manera especial, el paso del tiempo, que se percibe mejor en medio de la naturaleza; mejor que en las calles, entre los coches y los edificios de una ciudad”.
Queremos ser mejores, queremos informarnos, queremos tener buenos hábitos, queremos muchas cosas. Y está bien. Solo que a veces tenemos que recordar que si queremos todo, no queremos nada, porque no priorizamos, no paramos a ver si estamos realmente bien, no nos detenemos a pensar.
El libro es corto, un poco pesado, pero muy interesante. Trae mucho de lo que charlamos por acá en este espacio. Ojalá que les sirva para reflexionar.
Nos vemos la semana que viene con más Minimalismo Real.
