
Yo, queriendo una casa silenciosa como esa. (La voz del silencio, René Magritte-1928)
Poco antes de mudarnos, cuando todavía vivíamos en la playa, hubo una sudestada, una tormenta muy fuerte. Nos quedamos sin luz. Solo yo me di cuenta porque todos dormían en casa. Ese día era un día ruidoso; teníamos un centro político en la esquina de nuestra casa que, cada vez que necesitaba plata, organizaba eventos o alquilaba el espacio para eventos. En un lugar donde viven alrededor de 8000 habitantes y tenía solo una pareja de viejitos de vecinos, teníamos la suerte de estar cerca de un lugar que hacía ruido cada cuatro días. Y era un fastidio. Parece que la gente hoy en día no sabe disfrutar de ningún momento sin música alta, sin hacer saber a los demás que escuchan este o aquel tipo de música. O peor: hablan en voz alta para que sepas lo que opinan (acá entro yo: cuando estoy enojada, levanto la voz también para que se sepa que estoy enojada). Ese día del que hablo, el de la sudestada había un evento: era un imitador de un cantante de música cursi. A las 23:30 se fue la luz. Todo quedó en silencio y solo se oía la lluvia. Fueron veinte minutos mágicos de silencio absoluto. Solo viento y lluvia.
Y después la gente del centro político consiguió un generador y, aunque no había luz, el cantante empezó a gritar. Y se acabó la paz. Fueron veinte minutos mágicos. Que terminaron con un tipo gritando sus dolores de amor al ritmo de un bolero.
En este momento estoy leyendo un libro entre otros de un médico especializado en medica ayurveda. A partir de las enseñanzas de unos escritos que menciona pero no me acuerdo el nombre, él crea cuatro pilares de la salud: sueño, alimentación, movimiento y…silencio. Y dice:
“El silencio es una manera de entender tu capacidad de estar presente en el momento que estás viviendo, porque la mente tiene la tendencia de habitar tres espacios: el futuro, el pasado y el presente […] La mayoría de las personas vive más intensamente entre el pasado y el futuro. Estamos siempre acordándonos de alguna cosa e imaginando o deseando otra cosa todo el tiempo […]. La única cosa que existe, pero que es la menos habitada de todas, el cuarto más vacío de la casa, es el presente. Porque la mente se queda recordando cosas o generando deseos y proyecciones al futuro. El silencio es el pilar que te dice: estás acá, estás en el ahora”.
Básicamente el silencio nos obliga a estar presentes. A vernos y a ver a otros. A concentrarnos en lo que estamos haciendo. No significa estar meditando necesariamente. Significa escucharse y escuchar lo que pasa alrededor.
Desde hace un tiempo, cada tanto, hago una desintoxicación de ruido. Elijo una actividad, cualquier actividad, y la hago en silencio. Esta semana hice una pizza sin gluten y sin queso porque, bueno, alergias de todos. A mí no me gusta cocinar y encima hacer cosas sin gluten da trabajo y hay que esperar la levadura hacer su trabajo, estirar la masa, ponerla en el horno para hacer la pre-pizza, preparar la salsa con los tomates pasados, en fin, muchas cosas que me tuvieron como dos horas en la cocina. No puse música, no puse un podcast. Los chicos me ayudaron a hacer la masa y como no estaba escuchando podcast ni música, fue una invitación a que me contaran cosas. Yo escuché. Cuando me quedé esperando la levadura, empecé a hacer la salsa. Herví los tomates, les saqué la piel, los amasé, puse los otros ingredientes y empecé a probar condimentos. Descubrí unos toques especiales con jengibre en polvo que jamás se me hubiera cruzado por la cabeza. No pensé en cuentas a pagar. No pensé en obligaciones. No pensé en planear nuestras salidas de fin de semana. No pensé en nada más que en lo que estaba haciendo. Porque yo -no el mundo- estaba en silencio.
Los invito a abrazar el silencio.
Nos vemos la semana que viene con más Minimalismo Real.