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Yo, intentando calmarme y usar el minimalismo y no mis puños, como arma (No sé de quién es la pintura, si alguien sabe…)
Estamos en el episodio 120 y hasta hoy, no sé si se puede armar una definición que englobe completamente qué es el minimalismo. Es menos para tener más, vivir más, disfrutar más. Es apagar el ruido interno y externo que nos hace siempre tener los pies en el futuro buscando algo, aunque no separamos qué. Es entender que no tenemos tanto tiempo como pensamos y por eso, tenemos que aprovecharlo en lo que importa. Es tener una vida intencional.
Hoy el mundo es exposición. Es mostrar. Es exhibir. Es hacerse ver.
¿Y por qué no? Si hay líderes que deberían guiar naciones y se la pasan provocando, insultando, gritando. Exhibiéndose, mostrándose, exponiéndose. Si los que debían ser una brújula moral apuestan y redoblan las apuestas en el sálvase quién pueda o peor, salvémonos unos pocos, hay que hacer de eso un show. Para que otros lo vean. Para que otros lo repliquen.
Y mientras nos enfocamos en problemas que no existen en realidad aunque claramente tenemos otros muchos que son reales. Nos inventamos enemigos para no ver que en realidad, nos están vendiendo un sueño que, como sueño, no existe: el de que si los seguís, podés ser como ellos. Podés vivir el sueño de consumo: todos podemos tener, llegar a ser eso si nos esforzamos. Porque si trabajo mucho, si solo me preocupo conmigo, si lo único que importa soy yo y mi triunfo, puedo ser como ellos, tener como ellos, hablar como ellos, vivir como ellos.
Lo que no te cuentan es que ellos -o la gran mayoría- no consiguieron nada solos. Muchos, ni siquiera consiguieron algo; tuvieron suerte nada más. Y lo que tampoco te cuenta es que si todos podemos llegar a eso, nadie puede. La realidad es que se necesitan excluidos y gente que excluya. Y los excluidos siempre son mucho más.
Ya me dijeron que el minimalismo no es político. No voy a caer en esa chicana fácil de “todo lo que hacemos es político” porque… porque no. Guardarme una baraja española de mi abuela hechas en Argentina no es un acto de resistencia contra las empresas chinas que nos invaden con sus productos manufacturados en vaya uno a saber qué situación. Me las guardo porque eran de mi abuela, punto.
Pero sí voy a decir que el minimalismo es un arma contra toda esta idea de “yo, yo, yo” y “vengan a vivir el sueño de consumo”. Es apagar los gritos, los insultos, las provocaciones para enfocarnos en lo que importa: vivir una buena vida. Es decirle no a ese sueño de “ser como ellos” que significa aplastar cabezas. El minimalismo es intención. Es usar nuestro tiempo sabiendo que no nos sobra, entonces, sí, necesitamos trabajar pero no para tener sino para colaborar con otros y sí, ganar aquello que nos permite tener una vida digna. No una vida presa al tener para ser.
El minimalismo es un arma contra ese mundo que nos quieren imponer. Es decirle no a las apariencias, a la necesidad de mostrar un personaje para hacer de cuenta que existen cuando apenas son una sombra de lo que podrían ser. El minimalismo es elegir comprar poco pero en el mercadito de la esquina porque tiene una huella de carbono menor. Es mandar a arreglar el cierre del pantalón con la costurera que queda a 15 cuadras pero se lo llevás igual porque sabés que colaborás con la economía local. Es tener un compost en tu departamento minúsculo para disminuir el desperdicio aunque sepas que ya estamos al horno con la cuestión climática. Es decirle sí a las personas y no a las cosas.
Recientemente terminé de leer por tal vez por decimocuarta vez “El Lazarillo de Tormes”, texto escrito anónimamente en el siglo XVI (aunque se defienden varias teorías sobre su autoría), un documento tan profundo, cruel y explícito de esa España en transición que cualquier otro documento histórico no hace más que complementar lo que cuenta el protagonista.Trata de un nene humilde y pobre que tiene que dejar su hogar y ya en un primer momento pierde la inocencia con su primer amo, un ciego que lo maltrata física y emocionalmente pero como él dice, también lo “alumbró a la vida”, mostrándole que el mundo es cruel, vil y lo bueno siempre es aquello material y aquello que nos beneficia. Pasa por un hidalgo en decadencia, clérigos corruptos y otros amos hasta que termina casándose con una mujer (a pedido de otro religioso que la tiene por amante y quiere disipar rumores) y acaba su historia contando que es la burla del pueblo por este motivo, pero que no le importa, él es feliz: tiene casa, techo, comida y no le va mal. Lo que importaba era cubrir las necesidades básicas y tener posesiones.
El texto es un sálvase quien pueda de hace 5 siglos. Las noticias diarias nos muestran que seguimos un poco así.
Por eso es tan importante para mí, abrazar el minimalismo como arma. Para que no nos tornemos lazarillos de los ricos y miserables felices.
Nos vemos la semana que viene con más Minimalismo Real y de fondo les dejo el himno soviético…no, mentira, jajaja.