
Yo, haciéndome la escriba japonesa pensando en Kaizen. (Pintura de Lady Murasaki, 1750s).
A veces pensamos que el minimalismo se trata solo de tener menos cosas. De vaciar los cajones, donar ropa, o dejar la casa impecable.Pero el minimalismo, en realidad… tiene más que ver con cómo vivimos, que con cuánto tenemos, cuánto poseemos.
Y ahí aparece el Kaizen —esa filosofía japonesa que significa “mejora continua”—, que nos recuerda que los grandes cambios no llegan de golpe, sino paso a paso.
Y hoy quiero compartirte tres ideas de Kaizen para el minimalista, 3 maneras simples de aplicar la sabiduría japonesa para tener una vida más…ligera, por decirlo de alguna forma.
Primera idea: Pequeños pasos todos los días.
El Kaizen nos enseña que mejorar no es hacer grandes esfuerzos, sino dar pasos chiquitos, tan chiquitos que ni nos damos cuenta que los estamos dando. Por ejemplo, a veces nos pasa (y a mí me pasa seguido) que queremos cambiarlo todo: limpiar la casa, ordenar el armario, digitalizar la vida.
Pero el verdadero cambio ocurre cuando lo hacemos poco a poco.
Un cajón hoy. Tres archivos del celular mañana.Un minuto de silencio para pensar si necesitamos aquello que estamos mirando en una vidriera o en la Internet antes de comprarlo.
Y así, de esa forma, el minimalismo deja de ser una moda o una limpieza de primavera o una limpieza de finde año o un momento supuestamente mágico en el que todo va a cambiar para nosotros…y se convierte en una práctica diaria. Es un poco lo que vengo compartiendo con ustedes sobre que el minimalismo es un viaje y no un destino.
Cada pequeño paso, repetido con calma, construye una nueva forma de vivir.
Segunda idea: Observar sin juzgar.
Antes de cambiar algo, en el Kaizen se observa. Con atención. Con respeto. Y sin culpa.
Los japoneses analizan los procesos, los movimientos, las causas. No buscan errores, buscan comprensión. Recordemos que el concepto Kaizen es retomado y gana fuerza después de la posguerra allá por la década de 1950 para mejorar la industria japonesa. Entonces esa cosa de observar sin juzgar es un aspecto importante: no interesa cómo hicimos las cosas antes y cuál fue el resultado (desastroso creerse el centro del mundo y que tu emperador era el Sol que te iluminaba, sí), ahora nos toca mejorar (y qué bien lo hicieron, ¿no?).
Y no somos una industria japonesa de la posguerra pero podemos hacer lo mismo con nuestras cosas y con nosotros. Pensemos entonces cómo aplicar esto de observar sin juzgar:
- Observar por qué acumulamos.
- Cuándo compramos sin pensar.
- Qué emoción, qué ansiedad, qué motivo (para no ponernos en psicólogos) tratamos de llenar con una nueva cosa, con este nuevo objeto, con este nuevo impulso.
No se trata de culparse, sino de mirarnos con cariño para entendernos.
Preguntarnos:
- “¿Qué necesito realmente en este momento?”
- “¿Esto mejora mi vida… o la llena de ruido?”
Esa pausa, esa observación sin juicio, ya es una forma de minimalismo mental.
Tercera idea: Mejora invisible, vida visible.
En el Kaizen, los avances más importantes no se ven. Un proceso se vuelve más suave. Un error deja de repetirse. Y la cosa fluye un poco mejor.
De la misma manera, el minimalismo no se mide por cuántas cosas tenés…sino por cómo te sentís mientras vas minimalizando.
Porque la realidad es que podés tener una casa vacía pero una mente saturada de obligaciones.
La mejora invisible ocurre cuando tus objetos, tus rutinas y tus relaciones se alinean con lo que realmente valorás. Cuando tu entorno deja de pesar y empieza a acompañarte.
Y eso no pasa en un día. Pasa con constancia, con pequeñas decisiones conscientes, con pequeñas elecciones diarias.
Leí en algún lado que el Kaizen es el arte de simplificar para poder florecer. Parece medio cursi pero creo que esa palabra, florecer, es muy bonita para describir cómo se junta el minimalismo con este concepto. Porque no se trata de hacerlo todo perfecto, sino de hacerlo un poquito mejor que ayer.
Por ahí hoy apagues el celular media hora antes de dormir. Mañana, tal vez, respires profundo antes de decir que sí a algo que no querés hacer. Y paso a paso… sin ruido, sin apuro pero con constancia, la vida se vuelve más clara, más nuestra, más liviana.
Porque el cambio real —como el Kaizen— no se impone. Se cultiva (hablando de florecer…).
Nos vemos la semana que viene con más Minimalismo Real