
Yo no soy una gran amante de zapatos en general. Debe ser porque cuando era chica, alguien -no recuerdo quién- le dio a mi papá un par de sandalias tipo Jesucristo de cuero legítimo para mí. Eran para nenes y aunque a mí nunca me importó si las cosas eran de nenes o nenas, estas en particular eran muy feas. Y además, me quedaban un poco grandes y me lastimaban. Pero eran de cuero. Entonces, para el cumpleaños de la vecinita amiga mía de al lado, me dijo que me pusiera “las sandalias nuevas”. Yo no quise, protesté, lloré y me mandó al cumpleaños descalza. Por suerte la calle era de tierra, solo nos dividía un alambrado entre casa y casa y todo era puro terreno de pasto y tierra. Llegué llorando pero no me afectó tanto porque la mitad de los chicos ya estaban en patas jugando. En fin, traumas de infancia. Cuando crecí, solo usé zapatillas y sandalias hippies o chancletas. Hubo una época que compré unas chatitas para el trabajo pero la verdad, correr atrás de chicos requiere zapatillas. Hace un mes, me fui a correr y me puse las primeras medias que encontré a las cinco y media de la mañana. Eran blancas. Cuando a las 6 y media empezó a amanecer, noté circulitos blancos en las zapatillas. Claro, como siempre uso medias negras, ni me percaté que tenía como cinco agujeritos cada zapatilla y ahora brillaban como estrellas. Con dolor, les dije chau y compré un par nuevo. Y cuando fui a ponerlas en la zapatera que es como un banco con dos estantes, no me entraban. ¿Cómo no me entraban, cuántos pares de calzados tenía? Y empezó la tarea de rever zapatos, pensando en tres conceptos que ya mencionamos antes: lo útil, lo bello y lo útil y bello.
1- Lo útil
Primero que nada, hay que tener lo que usamos cotidianamente. Entonces, como la mayoría de los adultos tenemos que tener una cierta ropa para trabajar, hay que priorizar aquellos zapatos que nos permitan realizar el trabajo que tenemos. Y segundo, el calzado que nos resulte cómodo para el día a día. Cada uno sabe la cantidad. Yo, personalmente, tengo cuatro pares de zapatos que se intercalan para trabajo y uso diario. Y un par de zapatillas nuevas para hacer ejercicios.
2- Lo bello
Ahhh, esas sandalias hippies o esas alpargatas que parecen que tienen paja de suela son mi devoción. Pero no puedo tener 14 pares. Tengo dos. Si la plata alcanza y el lugar es suficiente, tener lo que te gusta es parte de ser feliz. Hay gente que aprecia mucho más que yo los zapatos y no los libros; entonces, si eso te hace feliz, si eso no te causa una cierta incomodidad porque tenés mucho y si no te causa una deuda en la tarjeta de crédito, ¿por qué no? Yo gasté una pequeña fortuna en unas sandalias hechas de material reciclado. Y como dice Edith Piaf, no me arrepiento de nada.
3- Lo útil y bello
A veces los planetas se alinean y podemos tener pares de zapatos útiles y bellos. Pensando en lo que dijimos, primero lo útil y después lo bello, esta sería una tercera opción. Pero en realidad, puede que encontremos aquello que es útil y bello. No lo dudes. Si encontrás este binomio, ahí tiene que ir tu plata.
Ahora, déjenme contarles qué pasa en casa:
a- Lo útil siempre es lo primero en lo que pensamos. Los chicos tiene tres pares de zapatos. Dos pares de zapatillas y unas chancletas. Yo, cuatro pares que uso tanto para trabajar como para el día a día. Mi compañero tiene más variedad que yo. Ahora, mi compañero compra cosas de pésima calidad que se le rompen en cinco meses. Yo compré mis calzados hace tres años y medio, con uso constante, y recién ahora veo que en unos meses voy a necesitar empezar a reemplazarlos. Si podés elegir calidad, buscá algo que te resulte duradero.
b- Lo bello en mi caso no tiene tanto impacto. Ni en el resto de la familia, por lo menos no todavía. Pero sí hay veces que veo algunas zapatillas o sandalias que me gustan. Y si realmente me gustan y no me implican un problema a futuro, compro. Porque después, como me pasó en la última Navidad, me sentí linda. Me gustó mucho como esas sandalias hippies me quedaban con el resto de la ropa. Me sentí yo fuera de mi ambiente cotidiano. Y si tengo la plata para sentirme bien, la uso. Porque para eso está la plata: para pasarla bien. Y no, no es de materialista porque no necesito esas sandalias para sentirme bien. Solo me sumaron algo a la experiencia de vestimer un poco mejor para la cena con la familia. No sientas culpa entonces si te gusta lo bello y lo bello tenés que comprarlo. El minimalismo no te coharta de gastar y comprar. Solo te dice que tenés que elegir con conciencia.
c- Lo bello y lo útil: yo no tengo un trabajo que me exija mucho de mi vestimenta. Ni mi compañero. Podemos conjugar lo bello y lo útil fácilmente en casa. Pero si en tu caso es más difícil, pensalo así: útil también es lo cotidiano, no solo el trabajo. Es el calzado que te lleva al encuentro con amigos, con la familia, con conocidos. Entonces si algo te gustó y te sirve, que sea parte de tu vida.
No sé si colaboré en algo con estas ideas, espero que sí. Lo que creo es que no importa tanto la cantidad sino la razón por la cual tenés lo que tenés. Y esto se aplica al calzado y a la vida.
Ah, y solo para aclarar, además de los cuatro pares de calzados útiles y los dos bellos, tengo un par de chancletas.
Nos vemos la semana que viene con más Minimalismo Real.