
Este último fin de semana fue el último día de las celebraciones del Año Nuevo chino. El sábado pasado llegó la primera luna llena después del primer día del año del dragón y se celebro el Festival de los Faroles, día en el que se expulsa la oscuridad y se le da la bienvenida a las cosas buenas que nos traerá el próximo año. Yo no soy religiosa ni tampoco china pero me gusta mucho tomar estas tradiciones lindas y transformarlas en algo significativo para la familia (en casa fuimos a celebrar con los chicos el Año Nuevo chino y pintamos un dragón para pegar en la puerta de casa al volver. Deséenme un bue año del dragón o gong xi fa cai, je). En fin, aprovechando este nuevo-nuevo año (porque ya celebramos también el 1 de enero), decidí hacer una revisión de la casa y dejar para atrás viejos hábitos y cosas que no quería arrastrar este año. Y pensé en algunos conceptos que vienen ayudándome a mantenerme firme y fuerte en este camino del minimalismo que también compartí con ustedes el año pasado.
1- Tu casa no es un depósito.
Entrar en tu casa y ver que está todo lleno de cosas que no querés, que no usás, que no necesitás tiene una sola idea por detrás de eso: estás usando tu hogar como un depósito. Si sobra, disminuye tu capacidad de concentrarte en lo importante. Si no lo necesitás, es ruido para hacer lo que precisás hacer. Si no lo usás, simplemente no tiene sentido mantener ese objeto.
Yo suelo recibir mucha ropa de vecinos y primos de los chicos. Mucha de esa ropa la guardo porque sé que la van a usar. Mucha otra, que es para de aquí a dos o tres años, simplemente la dono. Porque tiene que fluir para otros que harán mejor uso de eso. Para mí, no tiene sentido guardar cosas que no voy usar y privar a otros de usarlas ahora.
2- Todo lo que tenés, cuesta.
Si no lo usás, es un costo para vos, emocional, físico y económico. Emocional, porque tener cosas demás ofusca. Físico, porque tener cosas demás implica que hay que mover esa cosa, sacarla, limpiarla, ponerla, no podemos disponer de ese espacio porque la cosa está ahí. Y un costo económico porque si no usás la cosa, la podés vender. Y si no se vende, donarla, lo que ayuda a mejorar la cuestión emocional y física.
Yo tengo una máxima: si junta polvo, se va. Creo que esa es la mejor medida para cualquier cosa.
3- Preguntate: ¿Es útil, bello o ambos?
No hay que mantener solo aquello que es funcional a algo, que nos sirve, que tiene una utilidad. También lo lindo y lo que nos gusta nos suman en esta vida. Ya hablé de mi taza carpincho minimalista que ahora es mi portalápices. Era linda pero no tenía uso y quería mantenerla. Al final, encontré uso y conjugué lo bello y lo útil. Pero también tengo un libro que ocupa lugar que es del fotógrafo Sebastião Salgado y que me encanta. No tiene nada de útil ni lo abro una vez por mes. Tal vez lo abro unas cuatros veces por año. Pero es lindo. Me encantan. Y también otros tres libros de fotografía porque son lindos. Tengo otras cosas que no me gustan pero son útiles. Como yo uso tres botellas de vidrio (ex-botellas de jugo que compramos con esa intención de mantenerlas), compré una esponja de botellas. Es básicamente un palo con esponja. Es feo, es de plástico, no tiene nada que ver con lo que me gustaría tener en la cocina pero hace un trabajo maravilloso. Se queda.
4- Y también preguntate: ¿Tiene algún valor sentimental?
Lo sentimental es subjetivo así que acá depende mucho de uno mismo. Pero preguntarse por qué guardo esto ayuda mucho. Recordar para mí es parte de la vida. Gabriel García Márquez decía que “la vida no es lo que uno vivió sino lo que recuerda y cómo la recuerda para contarla”. Solo que no tenemos que quedarnos en nuestros recuerdos porque la vida avanza. Quedarte con cosas que te ayuden a recontar tus momentos está bien que los tengas. Una vida llena de cosas que solo te lleven al pasado evita que sigas andando. Por eso, solo quedate con aquello que realmente te sirva para recordar y no para quedarte en el pasado.
5- Fecha de expiración: 12 meses.
Doce meses es una buena medida porque ya pasaron las cuatro estaciones y si es ropa, claramente no la necesitás. Y si es un objeto, viviste tu vida sin él por un año así que no es esencial en tu vida. Si no tocaste ese objeto, esa ropa, lo que sea en doce meses, es porque no te hizo falta. Si no te hizo falta y está en buen estado, que siga su camino para ser vendido o donado. Y si no está en buen estado, a la basura. Y a recordar que todo lo que compramos tiene que ser usado. Sino, seguimos llenando el planeta de mugre (sí, me salió la ambientalista de la nada).
6- Ponete límites (cajones, cestos, por ejemplo).
Traer para casa cosas parece sencillo; entender qué es esencial no lo es tanto. Por eso, como todos somos seres que queremos adquirir cosas y cositas (en mi caso libros, cuadernos y lápices), tenemos que establecer límites para que la casa no se transforme en un depósito como dijimos antes. Para eso, vienen a la ayida los cajones, cestos y cualquier cosa que uses para guardar ciertas cosas. La cuestión no es organizar el desastre sino establecer un límite espacial concreto para lo que queremos traer a nuestras vidas. Por ejemplo, tenemos en un mueble un espacio para las cosas de papelería. Porque soy profesora, este espacio es importante para mí (y mis hijos que usan todo). Compré 6 cestitos en los que separo cintas, plasticolas, clips, abrochadora y cositas para unir papeles en uno; en otro donde van los lápices a usar, gomas, lapiceras y reglas, escuadras, transportadores, etc y así con cada cestito. Cada cestito tiene un propósito y esas cosas no se ponen en otro lado ni pueden ocupar un cestito que no les corresponde. Si algo se acaba, es fácil saber porque usamos ese mueble prácticamente todos los días y el cestito denuncia la falta de ese elemento. Ponerse límites físicos nos ayuda a ponernos también límites mentales y financieros. Usalos.
Como dije, el sábado se celebró el Festival de los Faroles. Y acá en casa, saludamos a la nueva luna en un estilo pobre (hicimos linternas de cartulina con los chicos y preparamos una receta de comida china fácil, gracias Internet) en un departamento minúsculo pero que en el cual en general, se encuentran cosas que realmente usamos y no acumulamos.
Nos vemos la semana que viene con más Minimalismo Real.