
Pongo esta foto porque quiero ser una mujer espartana que vivía haciendo deportes y dedicándose a la nada. Crédito: Caeciliusinhorto, CC BY-SA 4.0 <https://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0>, via Wikimedia Commons
Volvió el podcast y volvieron las invenciones de esta que les habla. No existe una “salud minimalista”, empecemos ya por lo obvio. Pero tampoco es un famoso clickbait el título sino una idea, un concepto (que me inventé, sí). Cuando hablo de un plan de salud minimalista, me refiero a minimalizar lo que nos hace mal. Y por supuesto, no soy médica, ni nutricionista, ni nada que me dé credencial de nada en lo que respecta a la salud. Así que estas son ideas, y nada más. Consulten a sus médicos de cabecera, no confíen en mí.
1- Cuidar la alimentación
Empezando por lo más importante, recordemos el famoso dicho de “que tu medicina sea tu alimento y tu alimento, tu medicina” de Hipócrates, el del juramento de los médicos. Claro que cuando se vive a los saltos en las economías inestables de nuestra vida diaria, a veces es difícil crearse un plan que cubra las necesidades nutricionales básicas y que el alimento sea tu medicina. Pero…acá viene el esfuerzo de nuestra parte. Ya deben haber escuchado el “comer comida de verdad” y esto es lo prioritario. Básicamente, comida que se pudra en una semana es lo que tiene que entrar en tu heladera. Y de ahí, a construir. Algo que observamos en estas semanas de ausencia en el podcast y durante las cuales tuvimos que apretar el cinturón mucho, fue que la reducción de la carne hizo una gran diferencia en el precio final de las compras. No es lo mismo comprar un kilo de carne de vaca que un kilo de papas por dar un ejemplo. No dejamos de comer carne en casa, solo priorizamos más las verduras, legumbres y frutas. Y la carne bovina está casi fuera del menú semanal (com excepción de algunas empanadas y eventuales hamburguesas caseras para hacer Mcmamá, como llaman mis hijos a las hamburguesas que hago). Lamento informarles a los que son como yo, que aprender a cocinar y de hecho cocinar, forma parte del plan de salud minimalista.
Otro punto a destacar en esta cuestión de la alimentación son los platos. Para que un plan de salud alimentario tenga sustentabilidad, tiene que ser práctico y fácil. Dejá los complicados para cuando tengas un día libre. Sino, vas a caer en la tentación de lo rápido, y en general, lo rápido, a menos que te guste comer huevo todos los días, no suele ser saludable.
Un último punto que quiero mencionar (y esto lo traigo de mi nutricionista, confíen en ella) es cuestiones que tienen que ver con comidas antiiinflamatorias. Acá entran los lácteos, las grasas (que no sea Omega 3 como la del salmón…¿alguien se acuerda qué gusto tiene un salmón?), la carne roja, la soja (chau, juguito Ades), las harinas blancas, los ultraprocesados (ay, mis papas fritas), las bebidas alcohólicas (no, cerveza, ¿también, tú, Brutus?, diría Julio César siendo traicionado) y el azúcar blanco (y todo lo que endulce). Bueno, veamos, que si no se puede todo, sacando lo que sí se pueda ya se adelanta. En casa como tenemos alérgicos a la proteína de la leche y sensibles al gluten, ya bastante cosa aprendí a esquivar. Voy a dejarles en la descripción el enlace del sitio “Soy celíaco, no extraterrestre” que ofrece innúmeras recetas para celíacos que se pueden hacer con bajo presupuesto en caso de que necesiten. Las carnes rojas duelen un poco (en el corazón, soy argentina al final, pero también en el bolsillo porque está re caro todo) pero créanme, salud y presupuesto agradecen. Harinas blancas es difícil si no te cocinás. Mi recomendación es empezar a cocinarse las masas y el pan. Juro que se puede. Hagan el intento. Estos últimos tiempos me vieron haciendo pizza, pan y empanadas sin gluten gracias al sitio mencionado. Si yo pude, ustedes pueden. Y si empiezan a cocinar, automaticamente los ultraprocesados empiezan a disminuir en la alacena. El azúcar blanco…yo tengo resistencia a la insulina y tomo mate dulce, así que se imaginarán mi duelo eterno al disminuir el azúcar (y el odio generalizado de quienes toman mate conmigo por ponerle gotas de edulcorante cuando me toca a mí). Acá tengo algunas opciones: la más cara, eritritol, un azúcar químico que no aumenta el azúcar en sangre. Stevia, natural, un asco en mi opinión pero mi papá, diabético insulino-dependiente, cultivaba y se lo ponía a todo. Dátiles, pasas de uva, banana y manzana son opciones un poco pobres (y caras si pensamos en dátiles) para endulzar cosas preparadas como tortas, galletitas y licuados pero sirven. O lo mejor, acostumbrar el paladar (pero qué vida triste, ¿no?). Las bebidas alcohólicas…bueno, nada, ya saben. Son malas. A mí solo me gusta la cerveza. Le dije adiós. Al menos por un tiempo…largo. Muy largo. Recomiendo mucha moderación en esta cuestión (porque además, el prepuesto te lo va a agradecer).
En fin, en la alimentación no hay misterio: comida de verdad (que se pudra en una semana), platos sustentables (prácticos, fáciles y que puedas pagar) y disminuir las comidas inflamatorias. Próximo.
2- Hacer ejercicios
No se necesita ir al gimnasio ni tener un personal trainer para empezar a mover el esqueleto. Se necesita voluntad (y cómo falta a veces). 30 minutos cinco veces a la semana es suficiente. Y no necesitás hacer gran cosa para empezar, caminar es suficiente. Claro que hay que intentar mejorar eso, sobre todo después de cierta edad en la que necesitamos empezar a fortalecer los músculos. Dos botellitas de agua con agua o arena y tenés pesitas. Una cuerda. Un video de Youtube para principiantes. Ya tenés cómo empezar. Si podés ir a un gimnasio, mejor todavía. Pero no hay que transformarse en un maratonista ni mostrar abdominales marcados. Lo importante es moverse. Mis abuelos bailaban. Mi mamá hace tai chi. Mi hermana calistenia con videos de Youtube. Yo camino y corro (troto, bah) casi todos los días. Para eso, tuve que empezar a organizar horarios: dormir más temprano para levantarme más temprano. En mi caso, para que eso pasara, tuve que también tener en cuenta el horario de la familia: cenar más temprano, que los chicos se acuesten más temprano, ver UN capítulo y no cinco de una serie con mi compañero antes de las 22:30 y despertarme 5:15 para correr, bañarme y salir a trabajar a las 6:30. Cada uno sabe lo que cabe en su calendario, en su día a día. Además de moverse, lo importante es no llenarse de cosas ni de sobrecargarse porque el cuerpo tiene un límite y además de cuidarnos, tenemos que trabajar, socializar y vivir. Calma entonces. Minimalizar esta parte de la vida también es necesario.
Y como ven, no hay magia, no hay misterio acá. La salud es un trabajo de todos los días. Y es un esfuerzo que vale la pena.
3- Tiempo para uno mismo
Creo que este es el punto más personal porque sí, la alimentación y hacer ejercicios es personal, pero el tiempo para uno es muuuuuuy personal. A mí me gusta leer cosas. Hubo un día de la madre que quise el día para mí y solo me la pasé leyendo cosas que me interesaban en Internet, anotando, escribiendo, mirando videos. También hay momentos que tiempo para mí es tiempo con quienes amo. No hay salud que aguante si no nos dedicamos un tiempo para nosotros, de la manera que lo entendamos. Desde erguirnos de la situación en la que estemos hasta pensar en que qué bien que estamos ahora, todos necesitamos un tiempito en el que podamos sentarnos con nosotros para…pensarnos. Pensarnos en dónde estamos, para dónde vamos, qué necesitamos, a quiénes necesitamos y qué queremos. No es un consejo new age, hippie o espiritual, es algo que todo ser humano necesita hacer y debería ser un derecho de todos: tiempo para pensarse.
Les cuento algunas cositas rápidamente: en estas semanas de pausa, tuve que repensar muchos aspectos de mi vida y la vida con otros. Desde qué va a pasar (pensarme en un contexto), hasta cómo mejorar la situación cuando ya se pudo pensar en eso (alimentación y ejercicios). Qué controlo y qué no. Esto lo controlamos todos: qué decido comer dentro de mis posibilidades. Moverme. Pensarme. La salud es una cuestión que no controlamos, es verdad, y muchas veces, depende de cuánto podamos pagar porque la obra social nos da turno de aquí a 4 años. Porque no cubre este examen. Porque el sistema colapsó. Pero aquello que podemos controlar…de verdad, no lo dejen al azar. No hace falta tener plata para moverse. No hace falta tener plata para pensarse, para disfrutar de nosotros y los que amamos. Y no hace falta TANTA plata para mejorar la alimentación (asumiendo siempre que no estás en una situación límite, claro).
Realmente no creo que haya más para minimalizar ni más para incluir. Alimentación, ejercicio y tiempo para uno son la clave para un plan de salud simple, concreto y viable para cualquiera, porque al final, cada punto es adaptable a la individualidad de las personas.
Nos vemos la semana que viene con más Minimalismo Real.