El otro día estaba viendo un video viejito de Joshua Becker, el creador de Becoming Minimalist y hablaba un poco de esta diferencia entre minimalizar y descartar. Decía que en general se utilizan los términos indistintamente pero que en realidad, uno minimaliza después de descartar. Y me pareció interesante esta idea así que los invito a desmenuzar un poco estos dos conceptos para tratar de ver la diferencia.
¿Qué es descartar?
Cuando pienso en el verbo descartar, pienso en la acción de sacarse de encima algo porque solía usar ese verbo exclusivamente cuando jugaba a las cartas con mi abuela y me “descartaba” de alguna carta. Ahí me fui al diccionario de la RAE y miren qué interesante: puede ser excluir o eliminar algo (como las cartas de la baraja) o rechazar algo. Es un poco como el concepto del minimalismo japonés Danshari (bueno, solo de Dan y sha que significan rechazar y eliminar respectivamente). No podemos minimalizar si no rechazamos o eliminamos de nuestra vida aquello que está metiéndose en el medio. Sea físico, emocional o mental, no hay minimalismo sin descarte.
Hay que sacarse de encima lo que no nos permite estar bien pero no es solo sacarse de encima como suelo entender este verbo sino también eliminar. Marie Kondo dice que antes de organizar, hay que sacar todo y elegir con lo que nos queremos quedar. Solo ahí podemos empezar a arreglar las cosas y crear el espacio que queremos. Un poco lo que significa “descartar”, ¿no?
¿Qué es minimalizar?
Nada, porque esa palabra no existe. Pero nosotros la usamos igual porque somos neologistas, otra palabra que acabo de inventar, y creamos palabras nuevas. Volviendo a lo nuestro, cuando hablamos de minimalizar hablamos de reducir. ¿Y descartar no es lo mismo? No, descartar es rechazar y eliminar. Minimalizar es lo que hacemos después de descartar: miramos con lo que nos quedamos y analizamos si realmente eso tiene algún sentido en nuestra vida. Y mucho de lo que decidimos quedarnos, se va en ese proceso de minimalizar. Pensemos en que nos quedamos con una camiseta que nos gusta y que vamos a usar (o eso nos dijimos) después que separamos nuestras ropas para vender, donar o tirar. Pero pasa un tiempo y nos damos cuenta que sigue en el mismo lugar. No la descartamos, minimalizamos nuestro guardarropa porque es algo que, en otro momento, pensamos que sería útil o era bello o ambos. Y ahora nos dimos cuenta que ya no necesitamos ese algo. Minimalizamos nuestra necesidad de tener.
Dentro de todo este pensamiento en el que me metí después de ese video de tres minutos que solo habla medio segundo de la diferencia entre descartar y minimalizar, otra cuestión surgió: el propósito. De nada sirve ponerte a descartar y minimalizar si no sabés para qué. ¿Para qué estás haciendo espacio al final? Sin un propósito, no hay una intención real más que sacarte cosas de encima y después más cosas. No hablo de esas frases de autoayuda del tipo “todos tenemos un propósito en esta vida”. Es más simple que eso. Me refiero a la razón de querer pasar un tiempo X pensando en eso que no querés mantener en tu vida y después hacerlo.
Ahí pensé en que me llevó a este camino, a qué le quería abrir espacio, cuál era el propósito de querer empezar en esto del minimalismo: mi salud que todavía está en veremos me llevó a esto. Quería tener más tiempo con salud para vivir la vida con mis hijos, con mi compañero. Tener un poco más de plata para poder ver a mi familia y a mis amigos y que lo que ganábamos con tanto trabajo no se fuera en cosas sin importancia porque estábamos cansados y “lo merecíamos”. No voy a decir que todo está maravilloso y que en un año y medio de abrazar con más ganas el minimalismo los problemas de salud, financieros y emocionales se solucionaron. Pero sí puedo decir que uno repiensa mucho todo y está más atento a lo que importa.
Entonces, saber para qué querés abrir espacio es el primer paso para descartar y después, minimalizar.
Nos vemos la semana que viene con más Minimalismo Real