
La semana pasada fue un poco caótica por acá y por eso no hubo podcast. Mucho trabajo y el tiempo que tenía lo enfoqué en casa. Y, oh, la casa. Cuando uno no está prestando atención, ve cómo todo se llena fácilmente de cosas y cositas que uno va trayendo de afuera y se van acumulando en un rinconcito. De ahí a que el resto de las cosas me empezaran a molestar, había solo un paso. Había una bolsa con ropa que me dieron y que dejé hace tres meses en un costadito del armario diciéndome a mí misma que si no la usaba en un mes, lo donaría. Fui a buscar un tenedor y tenía tres tenedores y cinco cucharas (somos cuatro, no sé dónde está el tenedor ni de dónde vino la cuchara, muchas fiestas infantiles este mes) y un sacacorchos cuando en casa no se toma vino. Y cuando se toma, es bastante berreta como para necesitar sacacorcho. Abrí el mueble donde guardo la yerba y vi una carpetita con recetas bajas calorías que cocinaba cuando todavía no tenía a los chicos ocupando espacio porque a principio de año me dije que las empezaría a hacer. En fin, con tantas cositas que empecé a ver en mi semana y que me empezaron a irritar, me acordé del libro de Fumio Sasaki, “Goodbye things” o “Chau cosas”. El libro en sí no es muy adaptable a la vida de muchos pero sí tiene ideas interesantes como el concepto de “lista silenciosa”.
Sasaki dice que todo lo que adquirimos nos manda un mensaje. La ropa esperando ser colocada en el cesto de ropa sucia te dice “lavameeee” o peor, la que no usamos nos dice “por qué no me usás”. Los platos en la pileta de la cocina te preguntan “por qué no tenés tiempo de ponerme en su lugar” y aquel Scrabble que te compraste porque ibas a jugar con la familia y está ahí lleno de polvo te dice “cuándo vas a tener tiempo para mí y tu familia”. Y la lista silenciosa se va formando con todas esas pequeñas obligaciones que las cosas nos imponen: usarlas, cuidarlas, lavarlas, secarlas, guardarlas, ponerlas, sacarlas, encontrarles espacio, uff, mucha cosa, ¿no? Solo que no lo pensamos así generalmente. Cosas son cosas al final. Pero las cosas tienen un precio que va más allá del precio en plata que pagamos (y que no es un asunto menor; al final la plata la conseguimos cambiando nuestro tiempo, nuestra energía, haciendo un trabajo. Hay que valorizar más eso porque la plata va y viene – generalmente va- pero el tiempo definitivamente no vuelve).
En fin, Sasaki levanta un punto muy importante sobre las cosas y es que no podemos vivir sin ellas pero no necesitamos vivir con tantas. Porque nos quita el foco de lo que queremos hacer. Si tenemos que estar ocupándonos de cosas, no podemos ocuparnos de nosotros y los que queremos. La pregunta entonces que te propongo esta semana para ver si descartás o no algo es la siguiente: ¿Qué te dicen tus cosas?
No es para que escuches voces del más allá ni abraces a tu florero viendo si despierta alegría en vos o no. Es para que te preguntes honestamente si las cosas te suman o te restan. Los platos y los cubiertos son necesarios por ejemplo, me dicen que sin ellos como con las manos y generalmente como pizza y empanadas con la mano, difícilmente pueda vivir en esa línea nutricional. Ahora, tener catorce tenedores me agotaría (aunque ahora solo con un solo tenedor más estaría feliz). La ropa que iba a donar y no doné me grita “dejame ir si no me usás”. Las recetas de cocina que no hago hace años me dicen que esa ya no soy yo y que no me engañe diciendo que algún día las volveré a hacer (y de última, las puedo conseguir de nuevo). Ahora tengo una listita de cosas que se van este fin de semana gracias a esta simple pregunta de Fumio Sasaki y mi lista silenciosa va a disminuir bastante.
Digo esto pero tampoco es para que te quedes con una lista silenciosa vacía porque no va a ser posible: necesitamos tener cosas. La cuestión es cuántas, cuáles y para qué.
Nos vemos la semana que viene con más Minimalismo Real.