
Anoche llegué del trabajo muy tarde (sí, larguísimo día), conseguí darle un beso a los nenes antes de dormir, quejarme con mi compañero de mi día largo y después de bañarme, mate y a celebrar el Día del Libro leyendo unos de mis escritores favoritos de ciencia ficción, Isaac Asimov.
Ayer 23 de abril fue el Día del Libro gracias a una confusión de calendarios en el que asumimos que Cervantes, Shakespeare y Garcilaso de la Vega más o menos murieron el mismo día (solo Garcilaso de la Vega murió en esta fecha pero bueno, digamos que todos). Y qué mejor día para hablar de libros y cómo apreciarlos más teniendo aquellos que más queremos. Soy bibliotecaria auxiliar por formación y mis sueño siempre fue, además de profesora, ser la bibliotecaria de una biblioteca de cualquier porte. Así que se imaginan el nivel de cariño que tengo por los libros. Yo soy el tipo de la película “El Día después de mañana” aferrado a una Biblia de Gutemberg diciendo que no iba a dejar que la quemaran porque era el primer libro impreso de la historia occidental, independientemente de la religión que uno profese. Yo soy ese.
En fin, estoy acá hoy para contarles un poco cómo alguien que no puede ver un libro marcado con resaltador hace para minimalizar libros.
1- Las categorías de Marie Kondo
Marie Kondo dice que hay que sacar todo lo que tenemos y ver qué nos queremos quedar. En el caso de los libros, la recomendación es sacarlos todos y organizarlos en las siguientes categorías:
- Libros de ficción.
- Libros de no ficción.
- Libros de texto.
- Libros de idiomas.
- Revistas.
- Historietas.
- Novelas gráficas.
- Libros de música.
- Libros de cocina.
- Libros de viaje.
- Enciclopedias.
- Guías telefónicas.
Después de separarlos, nos toca ver qué queremos quedarnos de todo eso. Y para eso, tenemos que pensar de dos formas: la primera es que si hasta ahora no lo leíste, es muy probable que no lo vayas a leer nunca. Entonces dejalo ir y el día que te den ganas de leerlo, buscalo. La segunda es tener un “Hall de la fama” para esos libros que jamás dejarías ir porque tuvieron y tienen un impacto muy grande en tu vida. Por ejemplo, en mi caso, el libro “Socorro” de Elsa Bornemann que es para chicos, jamás lo dejaría ir. O “El libro de los abrazos” de Eduardo Galeano. Ahora, hay otros que sé que puedo conseguir después y que no estoy ni voy a leer que pueden ser pasados para otros. Por lo tanto, primero hay que separar todos los libros que tenemos, separarlos en categorías, elegir lo que nos gusta más y de ahí, ver cuál de ellos se queda en el Hall de la Fama y cuáles dejamos ir.
2- Sha, deshacerse o tirar
Danshari es el minimalismo japonés que habla de “dan”, rechazar cosas innecesarias, “Sha“, deshacerse o tirar, “ri”, separar o desconectar. En el caso de los libros, vamos a ver el SHA, deshacerse. Si tenemos libros rotos, obsoletos, que son imposibles de donar y que no queremos guardar para hacer artesanías porque hace quince años que no tocás una tijera, entonces es hora de decirles chau. “Sha” da la idea de que uno tiene que deshacerse de cosas inútiles, que no nos sirven más. Yo no me acuerdo de libros que haya pensado que eran inútiles porque lo que puede no ser interesante para mí, puede ser para otros. Pero dentro de mi biblioteca puedo decir que hay libros que no me sirven más. Tengo libros muchos libros pedagógicos que no forman más parte de mi vida porque son muy específicos. Tengo libros que leí y no volveré a leer porque hoy no tengo interés en esos temas, en esas historias, en ese tipo de literatura. Entonces, fíjate qué libros ya no forman parte de tu presente. Y déjalos ir.
3- El Ikigai de los libros
Cuando hablamos de Ikigai, di exactamente el ejemplo de libros. Separar primero lo que amás o en el caso de los libros, los que más te gustan; separar los que no me traen ningún buen recuerdo o no me interesan; separar aquellos que no te gustan o no te traen ningún recuerdo y son vendibles y finalmente, aquellos que el mundo necesita y podes donar porque están en buen estado, porque son temas relevantes, porque queréis compartirlos con otros.
Y ahora, si juntamos todo, tenemos lo siguiente en 3 pasos simples:
1- Sacar todos los libros y separarlos en categorías que te permitan diferenciarlos bien. De esas categorías, sacá el Hall de la Fama de libros que jamás dejarías ir y otro con lo que sabes que nunca más a leer. Probablemente te queden dos pilas para mantener en casa, las del Hall de la Fama y los que realmente crees que vas a leer futuramente.
2- De las pilas que dijiste que tal vez los vas a leer algún día, fíjate cuáles no tienen nada que ver con vos hoy. Digamos que te separaste el libro de historia de Eric Hobsbawm pero la verdad es que no tenés ganas de leer cómo el capitalismo es lo que es y sí queréis leer alguna historia de Haruki Murakami y llorar un rato. Entonces, si es un libro que podes conseguir en algún otro momento y hoy no queréis saber nada con él, tal vez sea uno de los que podes poner en la pila de “donar” o “vender”.
3- Lo que nos lleva al último paso. Ya tenemos algunas pilas de libros: el hall de la fama, los que no sabes si vas a leer algún día y los de vender o donar. Dale una última revisada al hall de la fama y a los que no sabes si vas a leer algún día. Y fíjate si alguno más está para donar o vender.
Libros son muy subjetivos. Umberto Eco decía que tener libros es como un remedio y que si tenías muchos, cuando te sentías mal, era solo agarrar un libro y lo bueno de tener muchos es que podías elegir entre varias opciones de remedios para mejorarte. Yo soy un poco así. Y cuando digo minimalizar libros, para mí sigue significando mantener muchos. Pero sí aprendí que hay algunos de esos maravillosos itens que están mejor en el mundo, donados la mayoría de las veces o vendidos, en poquísimas veces. El otro día hablaba con mi hermana mientras dejaba ir algunos libros que me preocupaba no tener una biblioteca abundante como la que teníamos cuando éramos chicas porque no inspira a los chicos a ir a agarrar libros. Y ella, que tiene mis bibliotecas en su casa, me decía que era muy bueno tenerlas porque mi sobrino se aburre y va a buscar un libro. Entonces, yo, que no tengo lugar y que tengo que elegir a consciencia que se queda y qué se va, ¿cómo hago? Y vino la respuesta sola: los chicos aprenden viendo. Los chicos aprenden haciendo. Si te ven leyendo aunque sea un libro, vas a estar promoviendo la lectura. Si les lees y lo tornas una actividad si no están alfabetizados, estás promoviendo la lectura. Si ya leen, leer juntos es promover la lectura. Si no tenéis chicos cerca es lo mismo; elegí leer en algunos momentos en vez del celular. Y usen la biblioteca pública. Yo sé que muchas veces da vagancia ir hasta allá. Pero con el precio de los libros, te garantizo que vale la pena. No te llenas de libros y tenis la maravillosa experiencia de conocer diferentes tipos de literaturas sin gastar un centavo y lo mejor, no te arrepentís de la “compra” si no te gusta y lo devolvéis por otro. Así estoy releyendo toda la bibliografía de Isaac Asimov: biblioteca.
Nos vemos la semana que viene con más Minimalismo Real.