
Por estos lados estamos en los meses de vacaciones y ni todos podemos irnos…de vacaciones. Pero estamos de vacaciones así que lo mejor que podemos hacer es minimalizar la queja y aprender a disfrutar. Minimalizar la queja, dicho sea de paso, es la razón por la cual estoy haciendo este texto. Porque yo quería mucho poder ir con todos a visitar a la familia. Pero la economía no me deja. Por ahora. Así que vamos…
1- Sé un turista extranjero en tu propia tierra
Digo extranjero porque quiero que no te identifiques con nada. Todo es una sorpresa. La historia, las costumbres. Todo. Unite a un grupo de turismo. Bajate una guía de “10 cosas para hacer en tu ciudad” y si no existe, armala. “Vivo en un pueblo”. Bueno, escribí en tu lista “hablar con Don Pablo, que tiene 90 años y vive acá hace 91” (matemáticamente imposible pero entendés la idea, ¿no?). Siempre pero siempre hay algo a descubrir. Siempre hay con quien hablar. Hay algo para conocer. Hay algo para visitar. Viví tu lugar como si no fueras de ahí. Armate un álbum de fotos. Compartilo con tus familiares como si hubieras ido a Turkmenistán. No tendremos plata pero tenemos ganas de sorprendernos.
2- Conocé tu ambiente
Unos años atrás, cuando los chicos ya caminaban, estaba en el medio de mi posgrado sobre Ambiente. Y uno de los trabajos de campo era reconocer las flora y la fauna local. Años de ver las mismas plantas y bichos y llamarlos como salían o como alguien me había dicho no ayudaba a hacer el trabajo. Entonces, por un mes, salí con los chicos a recorrer el arenal cerca de casa, a fotografiar a las aves y animales marinos varados, a reconocer las plantas. Descubrí que los famosos “plumeros” con cortaderas, plantas típicas de la región pampeana y que tiene la función de aguantar vientos fuertes lo que a su vez, hace que la arena no se vuele y los médanos nos protejan de las sudestadas (dicho sea de paso, cada día es más difícil encontrar estas plantas con tanta construcción). Descubrimos sapos en la calle y en el jardín de mi abuela y gracias a un librito gratuito que bajamos, reconocimos especies diferentes. Siempre sostuve la idea de que cuidamos mejor un lugar cuando lo conocemos. Hoy tengo como bandera eso. Por eso, te invito a que conozcas tu región. “Ah, vivo en ciudad, no veo bichos y plantas”. Bueno, conocé cómo era. Cómo es hoy. Qué podemos observar en ella. Qué podemos mejorar. Alejate un poco y visitá alguna parte más rural. Observá cómo es el ambiente. Cómo se trabaja. Cómo es la rutina. “No tengo ganas”. Bueno, visitá una fábrica en tu ciudad o cerca de tu ciudad para saber cómo se hacen las cosas. Unos años atrás viajando de mochileras con una amiga terminamos en un pueblito donde había una cooperativa en la cual producían yerba mate. Con todo el caradurismo del mundo preguntamos si podíamos visitarla. Salimos mucho más sabias y con muchas muestras de yerba (y yo con las ganas hasta hoy de ser sommelier de yerba mate). Conociendo nos preocupamos. Conociendo cuidamos.
3- Mirá tu lugar con otros ojos.
Acá viene la lista larga que todos estaban esperando. ¡Vamos!
1- Sacá fotos de lo que te llame la atención de tu lugar.
2- Escribí una crítica de tu lugar como si fueras un viajero profesional. Para eso, vas a tener que haber observado todo con ojo crítico antes…
3- Comé algo típico de tu región y si no hay nada, visitá un restaurante y hacé de cuenta que estás yendo al mejor restaurante de tu región. También con ojo crítico…como por ejemplo, hay un lugar en mi localidad que hace locro, una comida que mi abuela hacía. Mi puntaje para ellos fue 3. Para mi abuela 10.
4- Recorré tu camino diario como si fueras un turista. ¿Qué te gusta del camino? ¿Qué no te gusta? ¿Le recomendarías a alguien hacer ese camino? Por ejemplo, hoy por hoy no vivo en mi región. Y para ir al trabajo, tomo colectivo y subte. Recomiendo fuertemente el subte. Es rápido y cada estación tiene su historia. Me encanta.
5- Mirá tu lugar cuando salga el sol. Esto lo robé de un blog que no me acuerdo cuál es. Pero muchísimos años atrás cuando tenía unos 13, en un día perdido, mi hermana y yo nos despertamos muuuuy temprano para ver la salida del sol en verano. En las playas argentinas, solo vemos al sol poniéndose. Hasta hoy, tengo grabada la imagen en las retinas: nunca en mi vida había visto al sol del tamaño y del color con el cual apareció por detrás del horizonte. No sé dónde vivís. No sé si vas poder levantarte a la hora del amanecer. Pero espero que sí. Porque he visto el amanecer en varios lados. Y es siempre un espectáculo maravilloso.
Sé que este podcast puede no ser muy “minimalista”. Pero como dije, fue una idea que surgió de tanto quejarme de que tenía pocos días de vacaciones y poca plata para que pudiéramos viajar todos a ver a mi familia. Y encontré esta forma de minimalizar la queja.
Nos vemos la semana que viene con más Minimalismo Real.