
El baño es en casa, el lugar que de lejos, nos da más trabajo para mantener limpio y ordenado. No porque es grande y nos hacemos un spa todos los domingos sino por todo lo contrario: es un cuadrado minúsculo que tiene un inodoro, una pileta y un cuadradito más chiquito que es la ducha. Es muy difícil mantenerlo limpio porque las manos no llegan a algunos lados porque está todo al lado de todo. Pero…¡con cinco consejitos podemos conseguirlo! Síganme los buenos…
1- Entender que el baño es lo que es.
El baño tiene dos nobles tareas: la primera es permitirnos higienizarnos y salir personas que brillan como en los dibujitos. La segunda, es permitirnos seguir los ritmos de la naturaleza, sea con el número uno o con el número dos. Estas nobles tareas pueden estar acompañadas por momentos de relajación, de tranquilidad, de embellecimiento, etc. Pero no siempre se pueden complementar. Entonces, antes de querer que el baño parezca salido de un spa de Beverly Hills, entendamos que esas dos funciones primarias tienen que estar contempladas en qué necesitamos tener en ese espacio. Después se ve el resto pero primero, lo primero. ¿Contamos con lo esencial para que el higienizarnos y seguir los ritmos de la naturaleza sean simples, fáciles y confortables? ¿O tenemos más de lo que necesitamos? Empecemos por quitar aquello que interfiere con esas dos tareas.
2- Separar los objetos por función.
Con esto me refiero a que no metamos hebillas de pelo junto con el lápiz de labio ni las cremas de cuerpo con la pasta de dientes. La higienización dentaria va junta, los cosméticos se ponen en el mismo lugar, el cepillo de pelo y las hebillas se hermanan en un solo lugar próximos a la crema para peinar si usás una y así con todo. Lo que sirve para una cosa, se junta, se deja ordenado y en lo posible, se pone cerca de algo relacionado.
3- Almacenar solo lo necesario.
Durante la pandemia y la acaparación compulsiva de papel higiénico por gran parte de la población mundial, la gente aprendió algo: para qué. Sí, para qué tener cinco frascos de shampoo si para el mes necesitás como mucho dos. Para qué ocho toallas si en tu casa vivís solo, quedate con dos, tres tal vez por si tenés visitas. ¿Estaba de oferta el jabón con olor a lavanda? Comprá cuatro, no veinte. Ahora, existe algo que para los que somos de países donde la inflación ridículamente alta y la vida van de la mano que se llama “aprovechemos porque mañana no sabemos si podremos”. En este caso, sugiero dejar un espacio en algún lugar de la casa (caso el baño sea como el nuestro) donde se pueda acaparar al mejor estilo papel higiénico durante la pandemia aquello que es imprescindible, no aquello que estaba de oferta como ese gel para barba con textura de pelo de carnerito que ni sabés si te va a gustar.
4- Descartar lo que no se usa.
Todos tenemos muestras gratis de cremitas, maquillaje, toallitas humedecidas, perfumes y mucho más. No pido que descartes nada que vayas a usar; al final, sería desperdiciar y no queremos eso. Ahora, si sos alérgico al universo y tenés una muestra de perfume, lo lógico sería no tenerlo. Entonces no lo tengas. Todo aquello que alguna vez llegó hasta vos, desde colitas de pelo, moñitos, jabones de regalo que no te gusta el olor pero tal vez algún día te quedes sin jabón, se va. Si se puede dar a alguien más, buenísimo. Sino, a decirle adiós.
5- Limpiar, limpiar y limpiar.
Una cuestión cultural que me gustó mucho descubrir de Japón es que existe un dios del baño. Haciendo un recorte muy grande de esta cuestión, básicamente hay que mantener el baño limpio para tener la venia de este dios y ser prósperos. Más allá de lo que creamos o no, entrar en tu baño y verlo limpio, da una sensación de tranquilidad que pocas veces encontramos. Ducharse y no ver el piso lleno de pelos o apoyar los pies en una alfombrita que alberga una civilización de seres invisibles que mejor no ver no es la mejor sensación del mundo. Además, cuando limpiamos, nos vemos obligados a mover cosas, sacar cosas, devolver cosas, tirar cosas y es el momento perfecto para ver si hay que descartar algo, si falta algo, si sobra algo, etc. Limpiar nos enfrenta a la realidad de nuestro baño.
¿Cómo aplicamos esto en casa? Bien, contándoles rápidamente, lo hacemos así:
Entender que el baño es lo que es: en él no tenemos prácticamente nada que no sirva para cumplir las dos funciones principales porque es muy chiquito. Pero a mí me gusta escuchar mantras mientras me baño porque es uno de los pocos momentos de soledad que tengo. Además de las dos tareas principales, el baño cumple la función de relajarme mientras me ducho, porque aunque no me pueda sentar porque no entro en la ducha, es mi momento. Puse un parlantito bluetooth con una sopapa que se pega a la pared y el celular se queda en la sala porque llega la señal. O sea, primaramente nos ocupamos de tener lo necesario para higienizarnos y para seguir los ritmos de la naturaleza y después vimos si se podía hacer algo más con ese espacio.
Separar los objetos por función: aquí compramos unos potecitos donde pusimos las cositas del pelo en uno, los maquillajes en otro, los productos anti-edad en otro y cada potecito está al lado de su primo: por ejemplo, el potecito de maquillajes está al lado del de productos anti-edad, que está al lado de de cositas de pelo, que está al lado de que tiene los esmaltes y la lima de uñas y por ahí vamos. Todo está a mano, todo es fácil de agarrar.
Almacenar solo lo necesario: en el baño hay un estante donde puse cinco cestitos de plástico. Cada uno tiene la función de tener jabones, esponjas y cosas de dentales, otro toallitas humedecidas, otro algodón y afeitadora, otro higiene femenina, otro protector solar, repelente y cremas. Almaceno solo lo que cabe en cada cestito. El papel higiénico es la excepción, va en un cajón en el armario del cuarto porque con las alergias de casa compramos de a muchos. Cuando hay alguna oferta, intento comprar lo que cabe en su cestito correspondiente (por ejemplo, si hay oferta de protector solar compro dos, porque más no caben). Con la inflación, destiné el cajón del papel higiénico para cualquier producto que valga la pena acaparar como el shampoo. Pero compro lo que cabe ahí y nada más. Y nunca necesitamos más, ni en la pandemia. Con las toallas, tenemos una cada uno en uso y una cada uno para substituir cuando lavamos. Si viene alguien, se presta una de las limpias. Nadie se ha quedado en casa por más de siete días así que siempre es suficiente.
Descartar lo que no se usa: esta fue la más fácil. Cuando empezamos a organizar las cosas, todo lo que no fue usado fue dado o tirado a la basura. Las muestras gratis que no estaban vencidas fueron usadas con fecha límite de dos semanas. Sin dolor.
Limpiar, limpiar, limpiar: cada vez que se limpia el baño, la sensación es que lo más importante de la casa fue hecho. Y además, siempre salen cositas de ahí: hebillas, un maquillaje que alguien me dio, alguna muestra gratis que no quise tirar pero me doy cuenta que no la voy a usar, un pote de shampoo que los chicos usaron y después jugaron con él pero ya está vacío (yo les dejo el final para que hagan espuma) y aprovecho para ver si hay que comprar algo o si hay algo que tenemos que reemplazar.
Parecen consejos fáciles pero tienen sus trampitas.
Nos vemos la semana que viene con más Minimalismo Real.