
En un mundo ideal donde no existen dos o tres dígitos de inflación, esta pregunta sería para ayudar a los compradores y acumuladores compulsivos de productos variados como latas de maíz, jabones, ofertas de cosas que nunca compramos y similares a repensar esa conducta. Para los que no conocemos el mundo ideal desde nunca, ya la pregunta tiene otras connotaciones.
El minimalismo nos propone que el “por las dudas” es lo peor que podemos hacer. Su hermano, “por si las moscas”, es una frase que aprendí de chica cuando íbamos al supermercado del sindicato de mi mamá y se llenaba en changuito con paquetes de lo que fuere porque no se sabía cuánto iba a costar al día siguiente, qué decir al mes. Yo estoy de acuerdo en que comprar por las dudas no es lo mejor del mundo porque puede llevarnos a gastar lo que no tenemos en cosas que no necesitamos o que realmente no van a hacer ninguna diferencia en nuestras vidas tenerlas o no.
Pero… en un mundo donde la inflación te come el salario, ¿cómo se hace para no almacenar?
Pensemos en la pandemia y en la compra compulsiva de papel higiénico que surgió en los primordios de lo que serían meses y meses de cuarentena. Me acuerdo de ir al supermercado a hacer la compra mensual antes de que se cerrara todo y la gente (no miento) llenaba los changuitos de papel higiénico y, escuchen esta, jabones antibacterianos (recordemos que el COVID es viral). Pero no eran uno o dos locos, eran muchos locos. Yo entiendo el miedo a lo desconocido, pero la verdad, hay un límite de espacio en el que vivimos y un límite de colas y narices para limpiar con papel. Nosotros siempre comprábamos dos paquetes de 12 y fue lo que llevamos. Porque además, otras personas podían necesitar papel higiénico. ¿Qué íbamos a hacer con 120 rollos si llevábamos diez? ¿Qué iban a hacer todos esos que sí compraron diez paquetes, disfrazarse de momias durante el encierro? Prevenirse es una cosa, abarrotarse de cosas es otra. Y aquí volvemos a lo de almacenar o comprar después.
¿Qué podemos almacenar?
Cada uno sabe lo que necesita y lo que es esencial en su vida. En casa, por ejemplo, cuando la inflación empezó a comernos el salario, los chicos usaban pañales. Usábamos la versión “ecológica” entre comillas de tela y los descartables también porque en mi región tenemos agua de pozo (y muchos tienen agua con sarro) y la bomba eléctrica gastaba luz así que por cuestiones económicas y ecológicas de cuidar el agua, no usábamos lavarropas ni lavábamos pañales (eran como seis por día) todos los días. Entonces para nosotros tenía sentido almacenar pañales porque de un mes para otro aumentaban mucho. Así que cuando el señor del mercadito viajaba a Capital a comprar mercadería, le encargábamos unos cuantos packs de 20 paquetes de pañales para tener. Para nosotros, almacenar 50 botellas de shampoo no tenía sentido por ejemplo pero sí pañales.
Entonces, si por cuestiones económicas nos toca almacenar, elijamos aquello que realmente es esencial y sabemos que lo vamos a usar. Como dije en algún otro momento, comprar 30 jabones con olorcito a lavanda porque están de oferta tal vez no sea necesario (a menos que quieras revenderlos) y quizás con unos cuatro, ocho ponele si querés cantidad, sea suficiente. Porque los jabones duran mucho y si los cuidás, con uno o dos por mes dependiendo el tamaño de tu familia puedan ser suficientes. Con ocho tenés para cuatro meses.
¿Qué compramos después?
Por consecuencia, aquello que podés comprar después es todo lo que no entra en la lista de esencial. Sí, es esa crema de pelo con palta y aceite de coco que está de super oferta por hoy y solo por hoy. No necesitás diez (o sí, no sé cómo está tu pelo). Aquel aromatizante de inodoros que deja el baño entero con olor a pino europeo y que hoy y solo por hoy también está dos por uno tal vez no sea algo a almacenar y sí comprar una o dos ofertas. Analizar el por qué vamos a comprar algo no esencial nos ayuda también a determinar por qué y para qué estamos comprando eso.
Probablemente ya lo escucharon mil veces pero la mejor cosa que podemos hacer a la hora de ir al mercado, es llevarnos una lista. Si tenemos un extrita para otras compras que no sean las de la lista, podemos analizar comprar aquello que no necesitamos. Imaginemos que llevamos una lista donde pusimos entre otras cosas, shampoo y leche. Si veo una oferta de leche, voy a priorizarla. Porque sé que en casa se consume mucho (en realidad, con las alergias de casa, lo correcto sería “cuando veo ofertas de leches vegetales” y cuando veo ofertas, ni lo dudo porque son carísimas). Ahora si veo una oferta de shampoo, me pregunto realmente cuánto me conviene comprar varios. Con uno y con furia dos, me alcanza. Ahora las leches vegetales…la última vez me compré todas las que mi presupuesto me permitió y las almacené en un pedacito de mueble.
Almacenamos lo que es esencial y prioritario en nuestras vidas. Compramos después (o en poquísimas cantidades) aquello que no nos hace tanta falta. Ahora la cosa es distinguir uno del otro, ¿no?
Nos vemos la semana que viene con más Minimalismo Real.