
Ser minimalista significa ser consciente de cuánto tenemos, por qué tenemos esto o aquello y qué hacer con lo que ya no queremos en nuestra vida. Con los libros no es diferente.
Leo mucho sobre nuevos minimalistas que tiran bolsas de basura o “donan” lo que ya no quieren para sentirse mejor consigo mismos. Esto sucede mucho con los libros; en lugar de tirar, “donan” lo que no quieren ver en sus casas.
¿Por qué escribo “donar” entre comillas?
Porque muchas, muchas veces, donan libros que ni siquiera sirven para hacer el fuego del asado. El punto es sacarlo de la casa y decir que donaron. Soy bibliotecaria auxiliar; ya he visto libros en pésimas condiciones, imposibles de leer de tanto subrayado, resaltado, hojas rotas, manchas, etc. Libros que bien podrían haber sido sacados de la tumba de Tutankamón y no sirven para nada por lo viejos y obsoletos que son.
Entonces, antes de donar sus libros, un consejo. Respondé a estas preguntas y vas a saber si debés o no donarlos:
- ¿Son legibles los libros?
- ¿Están en buenas condiciones?
- ¿Tratan un tema relativamente actual? (Por ejemplo, una enciclopedia geográfica de 1985 tiene a la URSS como país, así que no, no la dones)
- Y lo más importante, si recibiste este/estos libro/s como regalo de alguien que ya los leyó… ¿estarías feliz de recibirlos o pensarías “claro, aparentemente para Jorge (o como se llame) yo” soy un tacho de basura de libros viejos”.
Entonces, antes de donar, sé honesto y doná solo lo que realmente será útil para la institución. De lo contrario, hay muchas formas de reciclar libros obsoletos que puedes encontrar en Internet o simplemente ponelos en donde puedan ser recolectados y reciclados.