
Siguiendo la idea de desmenuzar el concepto de “sustentabilidad minimalista”, recordemos un poco los tres puntos que me parecieron más comentados en los sitios que exploré sobre el asunto:
1- Basura cero discutido la semana anterior.
2- Veganismo, de lo que NO vamos a discutir hoy.
3- Materiales más mencionados para utilizar en nuestro día a día como inox, bambu y vidrio.
Hoy vamos a hablar del segundo punto pero no vamos a discutir el veganismo porque primero, no soy nutricionista, segundo, no soy vegana, tercero, no conozco las realidades de cada uno como para enaltecer ninguna dieta. Entonces, vamos a ser más generales en el asunto (y un poco extensos, porque no quiero ni hacer sentir culpable al que no puede ni castigar mentalmente al que no quiere).
Como varias veces mencioné, acá en casa tenemos dos alérgicos a la proteína de la leche, lo que impide la entrada de cualquier lácteo y derivados. Tenemos un sensible al glúten también e intolerante a la lactosa. Y para coronarla, durante varios años los alérgicos a la proteína de la leche, también eran alérgicos al huevo y hubo un tiempo que se les sacó el gluten. La de mazacotes sin gusto que preparé en casa y la cantidad de comida que hacía que iba directamente a la basura superan la barrera del símbolo infinito si es posible. Y con cada error, se iba mucha plata. Durante esos tiempos, busqué muchas alternativas. Y si algo aprendí es que TODO el mundo tiene una opinión sobre cómo debes alimentarte y alimentar a tus hijos. Creo que la de los hijos es peor. Yo no tengo mucho paciencia para fundamentalismos así que recuerdo muy bien a la primera mamá que me dijo en una sala de espera de pediatría que no les diera leche en polvo especial (Neocate para más detalles, que cuesta una FORTUNA y es para APLV) y que mágicamente sacara leche de mis pechos para alimentar a dos bebés de 4 meses a los que no amamantaba desde hacía uno. La única respuesta que pude decir fue: “qué interesante, ¿y cómo hago cuando estén hipoglucémicos, te llamo a vos? Y cuando les agarre un shock anafiláctico, ¿venís a ayudarme?”. Porque de consejos estamos llenos; de ponerle el pecho a la situación no. Entonces, por favor, nada de lo que comente acá te va a llenar de culpa por comer carne, por no comerla o por comer solo pescado o ser vegetariano que sí, come miel, huevos y yogurt, horror. Son solo puntos a considerar o tener en cuenta. Vamos a la pregunta:
¿Cómo hacemos para abrazar la sustentabilidad minimalista cuando hablamos de dietas sustentables?
Para empezar, pensemos en lo que es sustentable, que es preservar los recursos que usás (por eso yo soy a favor de la sostenibilidad, que es eso y además resguardarlos para el futuro también pero bueno, no entremos en nimiedades lingüísticas). Entonces, tu dieta tiene que tener en cuenta:
1- Comer más plantitas y que sean de estación siempre que podamos elegir: como mi hermana me dice, comer una ensalada se está tornando un lujo en Argentina. Pero hay que continuar intentando elegir lo mejor que podamos dentro de nuestro presupuesto. Y lo mejor, realmente son las frutas y las verduras. Puedo darles muchos datos sobre cómo afecta el sistema pecuario y el agro destinado a éste en términos ambientales pero basta con decirles que se estima que cada argentino va a comer este año en torno de 1 kilo de carne por semana (el menor índice histórico hasta ahora y aunque sabemos que las estadísticas son engañosas porque mientras unos comen 3 kilos, otros tres comen nada, el número se mantiene). En un país de tierras fértiles, elegimos comer un kilo de carne por semana en vez de aprovechar más las delicias que nos da la tierra. No me entiendan mal, yo como carne. Pero en casa tratamos de que no sea el plato principal y de a poco fuimos incorporando el Lunes sin carne (o martes, o miércoles, pero un día a la semana) que no es más que no comer carne un día a la semana. ¿Cambiás el mundo? No, pero cambiás tu alimentación para una dieta más sustentable (sostenible, vamos por lo sostenible). No importa dónde vivas; a menos que la cultura local se base en un respeto de lo natural como la de los pescadores artesanales de mi región, apuntemos a disminuir el consumo de carnes y comer más plantitas locales. Lo que me lleva a…
2) Consumir localmente: a todos nos gusta comer algo exótico o que no es típico de nuestro lugar. Todos mis cumpleaños pedía para comer una comida polaca que mi papá religiosamente preparaba con todo su orgullo polaco supurando por los poros, así que entiendo el gusto por lo que no es local (aunque en este caso, se preparaba con ingredientes locales). Ahora, una cosa es todos los días comer comidas o incluir en ellas ingredientes exportados del otro lado del mundo y otra comer ese tipo de cosas una vez por mes porque ni los europeos 500 años atrás se animaron a tanto exportando especias: eran tan raras que se comían en ocasiones especiales. Y cuando digo localmente ni siquiera hablo de tu región; la mía por ejemplo, se caracteriza por el monocultivo llamado “turismo” y nada más. Sin el resto de los municipios, nos moriríamos de hambre. Hablo de tu país o países vecinos. Tratemos de comer más de lo nuestro. Rescatemos recetas de la gente que vino antes que nosotros (mi abuela no te compraba nada que no supiera qué era, por ejemplo. Se preparaba lo que se conocía y lo que no se conocía, se investigaba hasta saber qué era. Porque sí, a ella le tocó también comer comida polaca con mi papá así que se abría a otras experiencias). En fin, una dieta lo más local posible es directamente proporcional a una dieta más sustentable.
3) Reducir el desperdicio: lo hablamos la semana pasada con la basura cero. En Ciudad de Buenos Aires, es decir, en la capital, “los consumidores porteños desechan un promedio de 8,4 kilogramos de comida por año en sus hogares, lo cual equivale a 2,9 kilogramos por habitante” según una investigación publicada en un diario recientemente. Desperdicio no es lo mismo que pérdidas; desperdicio se refiere a lo que vos, el hijo de tu vecino y yo tiramos a la basura porque no comimos. No sé cuáles son las cifras de tu lugar pero me imagino que debe haber alguna. Y es terrible que desperdiciemos comida cuando toda esa producción además del costo ambiental que tiene, tiene un costo humano atroz, desde aquellos que no comen hasta aquellos que trabajan por salarios miserables para producir esa comida. No es para que te sientas la peor persona del mundo cuando se te puso negra una banana, pero es para pensar un poco en el por qué se te puso negra y también, si no la podés aprovechar (en el caso de la banana, sí, podés, hace una torta. Y puede ser vegana, la banana negra es lo mejor del mundo para hacer tortas…Te lo dice la persona más inútil en materia de cocina).
4) Disminuir las comidas procesadas: lo ideal, claro, es eliminarlas. Pero con disminuirlas, ya estamos por buen camino. En casa tenemos latas de arvejas y de choclos, por ejemplo. Y compramos chauchas y choclos también. Las latas es conveniencia para momentos específicos; la comida es para casi todos los días. Cada uno sabe cómo puede lidiar con esta cuestión. Mi recomendación es planificar: como mamá de chicos alérgicos al mundo y compañero más o menos igual, me tocó pensar mucho en esta cuestión. Recuerdo un tuit que leí de una chica hace tiempo contando lo difícil que es tener una dieta saludable con restricciones: desde tener que ir a comprar al por mayor a lugares específicos en un día de la semana que se pudiera ir hasta usar tu domingo para preparar toda la comida de la semana. Inclusive si no tenés alérgicos alimentarios en tu familia, preparar con anticipación lleva tiempo y plata. Por eso la planificación es esencial para no odiar tu vida si no sos amante de la cocina (por suerte mi compañero descubrió que lo es, y ahora hago el plan semanal y él cocina). Disminuir lo procesado lleva tiempo y gasta plata: no es lo mismo comprarte un kilo de tomates para hacer salsa de tomates que comprarla hecha (mínimamente procesada si la comprás) o para hacerte un ketchup (procesadísimo si lo comprás). Entonces, si no estás dispuesto o dispuesta a tomarte un día para dejarte hecha la salsa, la mermelada, la mayonesa o lo que sea, elegí tus batallas y empezá por cocinar lo que te resulte más fácil, rápido o barato (o los tres) para comenzar a disminuir tus procesados.
Uno de los puntos que leí bastante en sitios que hablaban de dietas minimalistas es el de la variedad. De comer variado y diferente. Yo no estoy de acuerdo con eso: primero, porque no todos tenemos acceso a la variedad. Y segundo, porque para mí, en particular, funcionó minimalizar el menú. Una proteína, un carbohidrato, vegetales y hortalizas y una fruta. Y repetir. Hubo una semana entera que comimos puchito de pollo, muchas verduras, ensalada y pedazos de frutas pasadísimas (pero no dignas de la basura) en diferentes formatos (ensalada de frutas, compota, “helado de agua” con comillas, mousse trucho (leche en polvo de coco, agua y la fruta…sí, la leche en polvo de coco es cara, pero si se la cuida como oro, salva). En fin, para este hogar la variedad no funciona mucho. Cada uno sabe si tiene tiempo y plata para variar.
Para terminar, recomiendo algo básico y que tiene que ver con la sustentabilidad minimalista, es decir, que lo puedas sostener en el tiempo y con los recursos que tenés:
1- Que lo puedas pagar: para esto, muchas veces, tenemos que minimalizar otras cosas. Si querés comer orgánico, tu presupuesto va a explotar si pensás comprar lo mismo que antes pero certificado como libre de pesticidas. Lo mismo si decidís dejar los procesados más baratos por lo natural; la salsa de tomate en paquetito siempre te va a rendir más que el kilo de tomates porque es más barata y si le pones agua, tenés salsa para rato. Entonces si querés comprar el kilo de tomates, tal vez aquel jugo hecho misteriosamente de 30 naranjas y embotellado en plástico con la propaganda de “natural” no pueda ir con vos en esa compra.
2- Que lo puedas incluir en tus actividades diarias o semanales: nuevamente, minimalizar otras actividades para poder cocinar o dedicarte a la planificación de tus comidas va a ser necesario. Si lo disfrutas, va a ser algo fácil. Si sos como yo, no; en mi caso, tuve que adoptar las tardes/ noches de domingo para dedicarlos a ver series o escuchar podcasts mientras cocinaba. Ahora, soy feliz porque no cocino porque cocina mi compañero todos los días. Pero si hacerte las quince recetas que te separaste para hacer en una tarde no va a ser viable sostenerlo más que dos o tres semanas, pensá en disminuirlas o elegir otras recetas.
3- Que lo disfrutes: cambiar el tipo de alimentación muchas veces puede ser difícil. Yo podría ser degustadora de queso en una vida paralela pero en mi vida real, como queso a escondidas y muy pocas veces al mes porque nadie puede comer lácteos en casa. Me tuve que acostumbrar a las versiones veganas. Aprendí a apreciar el pan sin gluten a pesar de que me parece un bodoque duro sin suavidad. Sé que es difícil. Entonces, tal vez no es cuestión de cambiar todo de golpe y sí elegir aquello que podés llevar adelante. Yo tengo cuestiones médicas que exceden a la alimentación pero se benefician de una dieta específica. Entonces, el panqueque de harina de garbanzo con jengibre en polvo y chia que me parecía un asco, hoy es mi refugio para consumir carbohidratos cuando lo necesito. Qué se yo, uno aprende a gustar de cosas que antes no apreciaba. Pero tampoco uno se tiene que torturar. A menos que sea una necesidad médica, elegí aquello que te ayude a hacer la transición. Porque no es cuestión de comer cosas con gusto a pasto (y quien ha chupado pasto en la infancia, sabe que es horriblemente amargo). Es cuestión de disfrutar de lo que te hace bien. Y para eso, muchas veces nos toca reaprender a comer. Empezá por lo menos peor.
Todos estos consejos vienen de alguien que está en tratamiento hormonal, de alguien que de siete días come bien cuatro, hace ejercicios todos los días pero la balanza avanza a pasos de tortuga para bajar el sobrepeso conseguido gracias a tratamientos pero que ha conseguido mejorar muchas de las perspectivas poco favorables gracias a la (más o menos) buena alimentación. No todo se resuelve con una dieta sustentable a nivel minimalismo pero ayuda mucho no tener que preocuparse por lo que te metés en el cuerpo cuando se elige priorizar la forma en la que nos alimentamos en la medida de nuestras posibilidades.
Espero que puedas dentro de tu realidad, elegir lo mejor para tener una alimentación sustentable y minimalista.
Nos vemos la semana que viene con más Minimalismo Real, cerrando este tema con materiales a incorporar en nuestro día a día.