
Hoy vamos a hablar sobre libros físicos y digitales pero antes me gustaría comentar un poco sobre organización de libros. Esto es porque muchas veces se le hace un altar al libro digital por permitir tener más libros en un solo lugar, por ayudar a minimalizar las bibliotecas físicas y por otros aspectos referidos al espacio. Pero antes de elogiar lo digital, prefiero pensar mi relación con los libros, objetos como cualquier otro pero que para mí significan mucho más.
Entonces una forma de entender esa relación, era organizándolos a través de criterios lógicos como que me permitiera ver qué podía quedarse y que no antes de caer en las garras de un lector digital porque “no había espacio”. Estos son los criterios que me guiaron:
- ¿Puedo volver a comprarlo a buen precio si quiero volver a tenerlo?
- ¿Puedo sacar el libro de la biblioteca y no llorar cuando tengo que devolverlo?
- ¿Tengo vínculos emocionales con este libro? (Por ejemplo, hay un libro que me regaló mi padre y aunque es posible volver a conseguirlo, no es el libro de mi padre).
- ¿Es viejo, tan viejo que huelo a mi tatarabuelo y me encanta ese sentimiento?
- ¿Me hizo muy feliz en la infancia/adolescencia/edad adulta y quiero poder dárselo a mis hijos sabiendo que pueden no sentir lo mismo que yo y que mis expectativas son mías y nada más?
Mucho tiene que ver con poder dejar atrás el pasado y lo que significan los libros para mí. He leído muchos textos de gente que dice que hoy en la era digital no necesitamos libros en papel, que la biblioteca tiene para eso, que tenemos que aprender a despegarnos de este tipo de objetos.
Soy bibliotecaria auxiliar de formación. Y yo digo que el día que ustedes, desapegadores profesionales, se queden varados en una isla desierta con su Kindle y conmigo, van a querer matarme por mi libro de Julio Verne. Diré más: el día que un impulso electromagnético destruya tu computadora, tu Kindle, tu teléfono y no sepas con qué entretener a tus hijos, vas a venir a mi biblioteca a pedir cualquier libro.
Dejando esto de lado, la cuestión de lo físico o lo digital depende mucho de gustos y posibilidades. Yo hoy por hoy no puedo tener la biblioteca de mis sueños por cuestiones de espacio; entonces como no me gustan los lectores digitales, debo rigurosamente elegir qué se queda y qué se va y elegir por otras opciones como la biblioteca pública. No es tan fácil como comprar en línea un libro en Amazon pero cumple su cometido: leo en papel, no gasto plata y tengo espacio para almacenar de 15 a 30 días un libro prestado. Ahora, mi compañero ama lo digital y lee muchísimo en su Kobo. Y, a pesar de gustarle mucho el papel, ve muchas más ventajas en lo digital porque le permite llevar con él libros pesadísimo en papel, en una tabletita que pesa algunos gramos. Yo vi esa ventaja cuando hace una semana iba al trabajo en el subte abarrotado e intentaba leer un libraco de 300 páginas con letras minúsculas mientras al lado mío uno con un Kindle leía plácidamente con letras en tamaño para señor de 150 años.
En mi opinión, Kindle (o cualquier lector digital) es para lecturas ligeras o para aquellos que aún no saben si disfrutarán leyendo. Es un primer paso para conocer autores gastando poco y sin cargar peso. Entiendo las ventajas y estoy de acuerdo con todas ellas.
Pero como diría en un maravilloso texto que leí hace un tiempo y volviendo al tema de la isla desierta: si te hubieras quedado varado en una isla desierta, ¿preferirías haberte quedado con tu lector digital o un libro de papel?
Touché!
PD: Dejo un texto de Umberto Eco sobre el asunto AQUÍ.